Santa Klaus llora con sus renos.
Vaya por delante mi máximo respeto por la sociedad finlandesa. Son múltiples los motivos para ello: su arquitectura que busca la luz en la oscuridad, su conexión en ferry Helsinki - Tallinn, preservar los restos ancestrales de la cultura milenaria de su pueblo saami, reírse con sus saunas del frío de Laponia y los besos electrizantes de David y sus gnomos. Pero sobre todo, por permitir colaborar a Santa Klaus con Olentzero cada año en navidad, y hacer posibles taaaaaaaantos sueños. Finlandeses, eskerrik asko, gracias, kiitos oikein paljot!!! Y por eso no comprendo que Finlandia pretenda suprimir la escritura a mano de su sistema educativo integrador y altamente avanzado, otorgando a la mecanografía protagonismo supremo. ¿Genialidad de ironía bipolar?
Finlandia. Su mayor éxito
empresarial, connecting people; el
mismo en convertirse en su mayor fiasco apenas unos pocos años después. Altos
índices de felicidad de su población conviven tradicionalmente con una de las
tasas más elevada de suicidios. Barriles de vodka amenazan la existencia de la
caligrafía mediante un lingotazo de nocturnidad boreal. Noches alegres, mañanas
tristes. Carta de navidad en formato digital. Santa Klaus llora con sus renos.
La caligrafía es arte, expresividad,
equilibrio, creatividad,... Dicen más nuestros borrones que nuestras
composiciones; ellos son la guía y la consistencia en el camino del
aprendizaje. La semántica escrita a mano ilustra el camino de la sabiduría. Ilustrar tiene que ser el verdadero reto del Aprendizaje.
La ortografía será la actitud y la caligrafía la caricia que lo consolide.
¿Pero puede ilustrarse el Aprendizaje?
Neurociencia del Aprendizaje.
El aprendizaje brota
desde la muy temprana infancia del bebé cuyo cerebro va desarrollando
conexiones neuronales a través de sus emociones externas. El 70-80% de estas
conexiones se desarrollan aproximadamente hasta los 3 años, período vital de
necesidad en el que la criatura debe desarrollar, entre otras, la capacidad
esencial del oído para la música o asimilación del conjunto de sonidos y ritmo
de entonación de un idioma. Es en esta etapa, por lo tanto, donde el retoño
sentará las bases para el desarrollo de su aprendizaje cognitivo. Pero tan necesario será el aprendizaje intelectual como el
emocional. La forma de expresión natural del niño es el juego que
utiliza para divertirse, comunicarse y expresar sus angustias a través de la
imaginación. Si un progenitor juega con él y capta toda su atención, estará contribuyendo
a potenciar su relación con el entorno exterior y su desarrollo. ¿Tecnología en
las aulas? Puede ser útil la tableta, pero sin olvidar la voltereta.
El cerebro es emoción y razón. Carga razón
(conocimientos) y se libera con emociones (criogenia) a través de las
relaciones humanas y vivencias. Alcanza su máximo esplendor, tanto en volumen
como en capacidad de regeneración celular teórica, aproximadamente a los 23
años de edad. A partir de ese momento, según la neurología tradicional, empieza
el declive progresivo. No obstante recientes estudios aportan nuevas
revelaciones al respecto. Los cambios en la actividad mental parecen ser más complejos de
lo que en un principio se pensaba. Nuevos postulados contemplan
la posibilidad de que algunos cerebros puedan mantener su plenitud hasta edades comprendidas entre los 30 y 40 años.
Se concluye que el cerebro evoluciona y que dicha evolución no implica
necesariamente que a partir de una edad concreta seamos menos capaces de
aprender, sino que probablemente tendremos que ir modificando inconscientemente
la forma de hacerlo. Aprender a aprender en definitiva. El cerebro no es un
ente estable; su neuroplasticidad le confiere la capacidad
de seguir creando sinapsis a lo largo de la vida. Unas células mueren,
pero otras nacen. El ejercicio físico potencia el ejercicio neuronal porque
tras la sudoración el cuerpo debe recomponerse y lo hace generando células
nuevas. Pero también el ejercicio cognitivo es fuente continua de regeneración.
Mucho se ha escrito sobre el desarrollo del cerebro, pero nadie parece tener,
de momento, respuestas concretas. Pregunto a Maite, mi amiga psicóloga
preferida, por sus hallazgos en el trabajo de campo. Me lo expone de manera
sencilla, clara y cercana: el cerebro es un músculo más que si no se usa se
atrofia.
¿Pero cómo se forja el proceso del aprendizaje?
Al aprender estamos
diseñando nuestro cerebro y confeccionando nuestra personalidad. El aprendizaje
es acumulativo. Lo bien aprendido queda almacenado en la biblioteca de nuestra
memoria. El reto no es tanto el de acumular información sino el de mantener buena fluidez de uso con todo lo archivado. No son tan importantes nuestros conocimientos
como lo que hacemos con ellos y las asociaciones que
realizamos. El conocimiento es bueno, pero nos perjudica para cambiar; y
resulta que la vida es cambio. La clave es seguir aprendiendo, desaprendiendo y
reaprendiendo. La inteligencia es la expresión del conocimiento a velocidad
suprema que ayuda a conseguir nuestras metas deseadas. Se asienta sobre los
pilares de la intuición y la experiencia. Seamos por lo tanto conscientes de la
importancia de fijar nuestras metas y propósitos de una manera sensata para
poder seguir aprendiendo en cada situación. Definimos de manera sencilla los 4
estadios posibles de la evolución del aprendizaje:
1. Ignorancia Feliz: inconscientemente incompetente, individuo dormido.
2. Ignorancia Asumida: conscientemente incompetente, individuo alerta.
3. Dominio Presupuesto: dominio consciente, individuo capaz.
4. Inteligencia Aprehendida: dominio inconsciente, individuo diestro que ha metabolizado
el conocimiento y lo incorpora a su día a día mediante rutinas útiles que le facilitan el uso
del mismo sin exigirle gran esfuerzo.
1. Ignorancia Feliz: inconscientemente incompetente, individuo dormido.
2. Ignorancia Asumida: conscientemente incompetente, individuo alerta.
3. Dominio Presupuesto: dominio consciente, individuo capaz.
4. Inteligencia Aprehendida: dominio inconsciente, individuo diestro que ha metabolizado
el conocimiento y lo incorpora a su día a día mediante rutinas útiles que le facilitan el uso
del mismo sin exigirle gran esfuerzo.
La premisa para el
aprendizaje es la humildad junto con la disciplina.
El término disciplina deriva del
término discípulo o quién está en
situación de aprender. Y para ello será vital reconocer lo que se ignora. Quién
se preocupa por aprender, siempre encontrará un buen maestro; un acompañante
fiel que alimente su curiosidad y que lo ilumine en su propio camino. No hay
que herir para enseñar ni ser herido para aprender, el
miedo ahuyenta el aprendizaje.
El reto del Líder es el de
obtener la mejor versión tanto propia como la de su equipo. Para ello debe
conseguir adhesión creando una visión estimulante. Una visión que movilice al
equipo, sobre todo, cuando las situaciones sean complejas. ¡Qué mejor reto que el
de progresar con la ayuda del equipo y contribuir a la vez de manera individual
al progreso del mismo! Lo único cierto en la vida es
el cambio permanente. Por ese motivo el buen Líder no debe descuidar el
concepto del aprendizaje colaborativo como motor de
adaptación al cambio. Si forjamos en el colectivo una sensibilidad de
necesidad de desarrollo continuo estaremos contribuyendo, a través del
aprendizaje interdisciplinar, a ganar en la flexibilidad que nos permita
abordar los retos del futuro con mayores garantías. El legado más importante
que un Líder puede dejar tras de sí es su capacidad para motivar y generar
deseos de aprender.
Aprendizaje y Autoaprendizaje.
Podemos aprender con
ayuda de otros o, en ausencia de buenos maestros, por nosotros mismos. En
consecuencia, el autoaprendizaje se torna en cualidad
diferencial del individuo, ya que sólo sus inquietudes y aficiones
pueden conducirlo a la excelencia haciendo buen uso de sus talentos. A través
de su vocación o punto intermedio entre su pasión y lo que se le da bien el
individuo debería fijar su línea de aprendizaje. Se
aprende por imitación y con las emociones reforzamos nuestro aprendizaje.
No es ningún demérito aprender de los triunfadores y de emular sus mejores
prácticas. Prácticas que a menudo podemos adaptar a nuestra esencia. Suele ser
un camino previamente recorrido por otros. Fíjate en qué puedes aprender de
ellos. Se puede imitar el acento de un nativo al aprender un idioma, la
gesticulación de un gran orador, el tiempo de voz de un tenor, los movimientos de ajedrez de un gran
estratega y hasta los platos del mejor libro de cocina.
Se aprende igualmente a
través de las emociones. Alegría (quiero más), fracaso (dolor), curiosidad
(satisfacción); se aprende mejor con la emoción percibida de un contexto real
que nos influya, o en el que podemos influir. El
contexto y la personalización son indispensables para acuñar el
aprendizaje. Conocimiento que no se pone en práctica a las 72 horas no sirve de
nada. Sólo a través de la acción germina la semilla en el cerebro.
Pero sobre todo el
aprendizaje se fomenta con experiencias, sacando a la gente de su zona de confort.
Seducir es conseguir motivar con cosas que a la gente no le gustan, o que creen
que no les van a gustar. En el momento que se supera una creencia negativa o
una barrera mental infundada se abre un nuevo escenario en el que puede emerger
la sorpresa. La sorpresa es el estimulante más letal
para el aprendizaje. En algunos de los acontecimientos que nos asombren
es posible que encontremos nuestras pasiones, nuestro camino.
Para aprender hay que
enseñar; quién se atreve a enseñar es porque se atreve a aprender. El que más aprende
es el que más comparte, porque refuerza sus conceptos. Comparte
lo que aprendes en lugar de enseñar lo que sabes. Arriesgarse a
compartir es exponerse a aprender. Compartir
genera riqueza y fomenta escenarios de nuevas preguntas.
¿Se aprende más del éxito o del fracaso?
Alfred Nobel promulgó hace
dos siglos que el ser humano verdaderamente inteligente aprende más del fracaso
que del éxito. Un postulado útil, sólo si somos capaces de interpretarlo
adecuadamente. Sin duda, a menudo espabilamos al morder el polvo, y puede ser
conveniente equivocarse antes de acertar. Pero no siempre. Es importante la
experiencia, pero sobre todo lo que cada cual hace con el resultado derivado de
la misma. No siempre los humanos somos capaces de aprender de ella. El fracaso es solamente útil cuando se aprende de él y
no se tropieza de manera sucesiva sobre las mismas piedras del mismo esquema.
Sí, coleccionando fracasos se puede acumular sabiduría, pero también estupidez.
Los que fracasan en exceso es porque no han aprendido casi nada. Todo el mundo quiere maestros exitosos para sus hijos, no
maestros fracasados.
Son tiempos de aprender.
Sobre todo nos gusta aprender del éxito,
reforzando nuestro ego a base de sacar conclusiones sobre aquellos factores
determinantes que incidieron positivamente en la obtención del logro ansiado.
No obstante, conviene recordar que la parte amarga del éxito es que el ser humano
tiende a relajarse con él. Este hecho ralentiza el aprendizaje a no ser que
seamos capaces de fomentar la verdadera autocrítica. Conviene aprender hasta de
las sombras en el camino del éxito. El reconocimiento de nuestras debilidades y
defectos nos pone en disposición de mejorar. Y es que siempre
podríamos haberlo hecho mejor, ¡seguro!
Liderazgo y Aprendizaje.
Pero para poder inculcar
la necesidad de aprendizaje a los demás, el Líder deberá ser primeramente congruente
consigo mismo. Los gestores suelen caer en el error de pensar que el mero hecho
de ostentar cargos directivos los faculta de por vida para todo. Han llegado a
lo más alto y tienden a subestimar el impacto de una potencial caída. Es por
ello que a menudo los gestores descuidan su propio aprendizaje, y lo que es
peor, desvirtúan la importancia del concepto dentro de la organización. El Líder debe seguir aprendiendo, e instruir en
nuevas competencias y habilidades a todos y cada uno de los miembros de su
equipo. No hay adaptación al cambio, ni creatividad, sin una cultura colectiva
que fomente del aprendizaje. La disposición a aprender
debe convertirse en el valor diferencial de la organización. Un valor
que faculte al colectivo para perseguir el Flow
o estado de la experiencia óptima, para que levantarse e ir al trabajo
resulte cada día más llevadero.
Aprender es Vivir.
La sociedad actual incide
en exceso en la necesidad imperiosa de obtención de posesiones. Mensajes de
Marketing, publicidad y la mal llamada cultura colectiva lanzan sus tentáculos
para que orientemos nuestros esfuerzos hacia las garras del tridente de las 3
Vs: Vehículo, Vivienda y Vacaciones. Cuando se tiene poco la obtención de
bienes materiales procura felicidad; pero según se va obteniendo más el
individuo se va frustrando porque las siguientes posesiones no le procuran la
felicidad esperada. La conclusión es que el apego a lo
material termina siendo decepcionante. Es por ello que la felicidad
frustrada puede
generar agresividad y desembocar en una
cuarta V: el Vicio. Entiéndase Vicio como adicciones derivadas por el Vacío con
uno mismo. Y adicciones hay de todos los tipos, de todo hay en la viña del
señor.
El ser humano puede necesitar
bienes materiales, pero sobre todo necesita progreso (alfabetización,
conocimientos de cálculo numérico y pensamiento crítico) y vivencias. Rescato
una frase de un reconocido pensador: “algunos mueren a los 27 años de edad,
sólo que los entierran a los 72”. Aprender es vivir
y sólo se vive si se sigue aprendiendo. Aprender es por lo tanto aprender a
vivir siendo hábiles para disfrutar de lo que surja en cada nuevo pasaje vital.
Nadie tiene que herir para enseñar ni ser herido para aprender. Educad a los
niños y no será necesario castigar a los hombres – Pitágoras. Dani Molinero – Molinesia ©